CONFESIÓN (Karlina Fernández)


Sí, lo hice.
Mordí tu estómago como muerde un tigre a su presa,
en vez de leche y jugo te eduqué con vino y noche,
te ordené desordenar hasta tus lágrimas
para que probaras el sabor de la falsa irreverencia.
Te puse el corazón al revés,
te hice mirar la luna en vez de ponerte a mirar muñecas,
te dije como perderlo todo minutos después de habértelo ganado,
te di tragedia en polvo, ropa interior pequeña
y un monopolio que te hacía creer en la fortuna.

Compré tus fracasos,
tus victorias.
Sí, lo hice.
Y te veo pelear contigo a cada rato,
fumando vicios y culpa,
dejando orgasmos sin nombres en el recuerdo de nadie,
al asecho de ti en cada buen intento que termina fallido.

Te veo caminar odiando tus pasos sin saber de ti, resignada.
No te compré maquillaje, te volví uno,
vacié el rosado de tu niñez
y te llené de ron el alma.
Fui arco en el violín de tu tristeza.
Después del tiempo, cuando aprendiste a leer,
Supiste que así se llamaba: tristeza.
Te dejé sin ti antes de que pudieras conocerte.
Sí, lo hice. Te enseñé a morir.

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Karlina, todas ellas...

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