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Mostrando entradas de diciembre, 2019

MI TRISTE VENGANZA (Karlina Fernández)

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Quiero explicarte mi venganza: ocurre en el espejo, cuando te miras y estoy detrás, diciéndote que así te acepto y tú diciéndote que así te odias. Cuando un día puedas quererte entenderás cuánto te quise yo,  entonces llorarás dos veces mi amor, por el amor que no te tenías y por el que te tenía yo. Y a pie de ese espejo conjugado en presente y futuro te acompañara mi amor fantasma, tocarás tu reflejo para tocarme a mí y yo detrás de ti, lejana, imposible, tuya entre tus culpas y tu soledad. Cobijaré tus remordimientos por las noches, como cuando curaba tu fiebre y éramos posibles. Mis manos pequeñas  taparán  tus oídos cuando vengan los truenos y el techo roto. Llorarás dos veces mi amor, porque estoy ahí contigo y porque me has perdido. Te haré el amor con tu mano y lloraras dos veces mi amor, porque sumarás otro orgasmo en mi nombre y porque no me has tenido. Estaré siempre mirándote, con la camisa manchada de tus vidrios. Llorarás d

109 KILOMETROS Y UNA PREGUNTA (Karlina Fernández)

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Foto del blog "Caminando por Venezuela" Fue un adiós chiquitico, disimulado en el tácito lenguaje del silencio. Me dejaste en la boca tu nombre y una taquicardia maleteada, sin llave para abrir la puerta que aclara y responde. Ahora debo fingir que no me inquieta, que soy tan dura como una erección, tan separable de ti como la misma distancia que hay entre un martes y otro. Sigues mandando adioses chocantes en tus mensajes invisibles. Me atraganto de signos de interrogación. ¡¿Ves porque siempre temo a la dulzura?! Tiende su miel a anestesiar presagios poco optimistas. Fue también una ilusión pasajera, se procuró escaleras hasta el cielo; sin contemplar que por las mismas también se baja. Sí: fue un error de ingeniería y de ingenuidad. Se habló de cielo, ternura y futuro de forma irresponsable, propuse suspiros. Tú, ¿vendiste mentiras? Entonces resignada espero a que el samán te de su sombra, que dejes los misterios

¡NO TE PERDONO! (Karlina Fernández)

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Para que siempre tengas esa culpa pendiente, aunque te reciba con un abrazo diplomático, diciendo: “Calma, ya pasó”. Risueña de presente, secando tus lágrimas con mis manos, esas que un día no se dieron a basto para secar las que me sacaste tú. No voy a llenarte de reclamos, me combina más la indiferencia, aunque al partir, lejos de la gente, de la vida, volverá mi atormentado discurso que te grita: ¡No te perdono! Un “no” desde el vientre, en la boca, en los ojos, en los meses de aniversario, en el febrero en el que sembraste invierno en sus principios. Cuando dejen de aplaudirme, cuando la pleitesía se apague, a solas diré ardida: ¡No te perdono! Tanto cariño tóxico, tanta infección en la ternura. Y que me atraparás en la contradicción promedio de querer a quien te hace daño. Porque después de tanta dulzura vino un día, un mes, una noche, ese aguacero de sal en la herida que abriste y esa herida comparte lugar, vecina si