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Mostrando entradas de enero, 2017

AUSENCIA

No hay asidero, ni techo, ni rincón donde partirse como Dios manda. No hay palabras piadosas, ni resiliencia a medio redactar. Sobran amigos desechables, de palabras sobornadas por la conveniencia. Se fueron todos los ojos donde yo era nido. Se fueron todos los brazos donde podía quebrarme. Se fueron todas las palabras que podían revertirme. Ahora entiendo a las plantas: la sabiduría de crecer hacia dentro; silenciosas y solas. Sirviendo al paisaje y vulnerables a la mano que arranca. Si te ha gustado la lectura, y quieres colaborar conmigo haz clic  AQUÍ tu contribución para el mantenimiento del blog es de gran ayuda.

LA UNIVERSITARIA

Entro al vagón del metro, pensando que mi desayuno fue más pequeño que mi estómago, me sostengo del tubo y miro a mí alrededor. En el medio hay un mendigo llorando, hincado, pidiendo, suplicando comida; un silencio nos contiene a todos, quizás todos estamos igual pero no nos arrodillamos, simplemente nos sostenemos del tubo. El silencio colectivo continúa mientras el mendigo sigue suplicando arrodillado, una joven que tenía toda la pinta de universitaria lo mira como ninguno se atreve a mirarlo, saca de su bolso su pote de comida y le dice “Chamo sabes que, llévatelo, comételo tú”. El silencio se convirtió en admiración, se quedó sin almuerzo, la universitaria se quedó sin almuerzo, nadie quería mirar, la compasión nos sorprendió a todos. El mendigo agarra el pote de comida lo revisa y le dice: "No chama, yo no como vegetales, prefiero revisar la basura pero yo no como vegetales". ¿En serio? Esa fue la pregunta iracunda que todos nos hicimos y luego de que no podíamos...

EL NIÑO

Me monto en el metro, un niño con discapacidad se le queda viendo a un hombre calvo, el niño tendría diez años, las manos y los pies las tenía como el país: torcidos. Gritaba sin mayor coherencia, el hombre calvo estaba sentado e intentaba esquivarlo. El niño reía mientras le sacaba la lengua de forma lasciva, sí; era una imitación, algo que parecía hacer cada cuánto. Sí; un niño de diez años sacaba la lengua de forma lasciva. Se fue acercando entre besos, prácticamente se abalanzó sobre el señor que, confuso, no encontraba que hacer. El niño logró besarlo en la frente y volvió por la boca del señor; éste, enfurecido, lo empujó: "Qué te pasa carajito, quédate quieto". El niño cayó al suelo, el señor sintió culpa, el niño siguió riendo. Insistía en el señor calvo al que le beso la frente. Otro señor lo agarró, él seguía lanzando besos y sacando la lengua. Él quería sacar la lengua. Insistía entre beso y beso; era un niño de diez años, con discapacidad, harapiento, curt...

NO

No quiero sentirme sola, ni dejar la muletilla de tu nombre, atravesar el vértigo del adiós. No quiero rendirme, quiero insistir en la esperanza, volver a las calles de tu espalda, salvarme  debajo de tu ombligo. No quiero dejarte aunque ya no estés. No quiero perdernos, aunque tengamos permiso para divagar, entonces: Si hoy no me quieres, yo nos quiero por las dos. Si te ha gustado la lectura, y quieres colaborar conmigo haz clic  AQUÍ tu contribución para el mantenimiento del blog es de gran ayuda.

CICLOS

*Ciclos: Repetición de cualquier fenómeno periódico , en el que, transcurrido cierto tiempo, el estado del sistema o algunas de sus magnitudes vuelven a una configuración anterior. Mujer ciclo, contradicción periódica que  abandono por el error trágico de pensar que te cerrabas. De lo contrario, corro el riesgo de volver a perderme en la voraz centrífuga de un ritual infinito de placer y dolor. Si te ha gustado la lectura, y quieres colaborar conmigo haz clic  AQUÍ tu contribución para el mantenimiento del blog es de gran ayuda.

CANSADA

De los amores en retazos, de tus diestras excusas, de tus ataques ansiosos,                      de la pastilla. De ser abusada y no amada; de ser abusadora y no amante, de la cadena invisible de tu maldita compasión. Me toca el hastío en las entrañas. Me retuerce el estómago la injusticia de pender de besos inestables… baldíos, pero jodidamente necesarios. Te he visto tantas veces suplicar y quiero que entiendas que, según mis cuentas, tu   dolor   no bastará para sanarme. Que no soy tan buena, ni tú tan loca. Que no sé jugar al amor con banderitas blancas. Que me quiebro en ti y me corto en tu recuerdo. Tantas veces ensayando el adiós: esa bala que no quiero dispararte, no por piedad —no te confundas— Es que me acostumbré al hábito de verte sangrar mi nombre, y curarte de mí cada tanto, pero me cansa. No creas que no...