¿Y EL SEXO PA’ CUÁNDO?
Yo debo confesar, con mucha pena, que soy la vergüenza de la promiscuidad lésbica residente en Madrid. Casi le pico la torta a la falta de actividad sexual con otra mujer que no sea yo (un minuto de silencio por el escarnio público). Me pongo a reflexionar en tan novedosa y vergonzosa situación y surgen varias causas: en primer lugar, que me siento como en guerra desde que estaba en Venezuela; como quien batalla y batalla y no le da tiempo de bajarse del caballo, ir a una taberna, coquetear con una mujer y terminar en la cama. En Venezuela mi último encuentro fue en un baño de un prestigioso local gay donde me había presentado sin mucho éxito y maté el despecho ahí. La ebriedad me impide recordar las bondades dadas y ofrecidas esa noche, luego de eso pasaron los meses. Me tuve que mudar a casa de mi mamá porque me pidieron desalojo en la habitación; la patria nueva venía con toda la fuerza dispuesta a quitarme el poder adquisitivo, perforando las costillas de mis débiles ahorros y