DE PIEDRAS Y PINCELES
I San Pol del Mar se llamaba y como así lo dictaba su nombre «en el mar» vivía, en su pueblo le decían: «Tu mamá con ese nombre te condenó a ser lesbiana» porque según, San Pol no era un nombre de niña. San Pol era delgada y adicta a las lanchas, la pesca y el deporte. Desde chiquita miraba de reojo a las mujeres por la playa, era un juego: mirar los pechos y jugar con cangrejos y caracoles. San Pol del Mar se crio con su mamá y su papá hasta que, heredando la ira de él, se le volcó encima. Su papá era un borracho con esa afición muy machista de pegarle a la mujer y creer que esta es de él como lo es un zapato. San Pol presenció cada una de esas peleas que hacía que su mamá siempre cayera en el piso como cae un boxeador a la lona después de un nocaut. En silencio, San Pol entrenó cada tarde, guardándose la ira en las manos; practicaba boxeo, pesas y alzaba todo aquello que le exigiera mucha fuerza. Ensayaba con pequeñas piedras de la costa y luego agarraba una más gran...