TIENE QUE APRENDER
Me monto en el metro, esta full, hay retraso; el tubo esta
grasoso, toda una venganza el vagón. Se acerca una joven: es de mi estatura,
cabello corto, quince kilos más que yo, lleva un niño en brazos, sin mayor
pudor la barriga afuera, el jean sucio, unas sandalias valientes que muestran
sus pies igual de curtidos que el ambiente del subterráneo. El niño que lleva
en brazos apenas tiene como un año de edad, ella alza la voz: “Buenas mi gente,
estoy aquí pidiendo porque no me alcanza y tengo que mantener a mis hijos,
ayúdenme, con los que Dios ponga en su corazón”. Me sorprendo con el plural de
“mis hijos”; no le calculo más de veintitrés años, sí, aún me sorprendo por
eso.
Ella sigue como pregonera de suplicios mientras el niño
divisa una galleta, justo al lado de él una chica se la comía. El niño ingenuo
y hambriento estira su pequeño brazo hasta la galleta, la chica sin mayor
oposición se la da, sin embargo la mamá lo toma tenazmente por la cara: “Que
sea la última vez que tú haces eso, entendiste, hazme el favor y le devuelves
la galleta a la muchacha”. Me sorprendo, la chica también y argumenta: “No
importa, es un bebé, él no sabe” insiste en darle la galleta, la mamá en lo
contrario: “Gracias mami, pero no, él tiene que aprender, que no se pide, que
es malo pedir”. Un caballero que está justo al lado del litigio intercede:
“Pero tiene hambre, ellos siempre serán ingenuos y es una simple galleta, la
muchacha se la dio”; “Si papi pero hay que enseñarlo, desde chiquitos tienen
que saber que es malo pedir”.
Se retira caminando con su niño en brazos, contando la plata
que le dan y pregonando: "Bueno señores usuarios aquí le vengo a pedir
porque no me alcanza y tengo que mantener a mis hijos, ayúdenme, con lo que
Dios ponga en su corazón”…
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