VERDUGO



—¡Oh no!, ¡el cielo ha quedado ciego!, ¿quién ha podido arrancarle los ojos?, ¿quién?

—Yo lo hice. Le arranqué las estrellas de sus ojos; por eso se desangra de lluvia, por eso se derrama entre nosotros su sangre blanca, ¿quién lo manda de voyerista? Mirando una historia de amor que hoy es duelo y miseria, entonces, si todos lloramos, ¡pues que también paguen los testigos!


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