UNA MENTIRA

 


Hola mi amor, quería ofrecerte disculpas. Sí, te ofrezco disculpas por haberte mentido.

Cuando entrabas para abordar el avión, aguantando tus ganas de llorar me dijiste: “Amor, ¿esto no se acaba aquí verdad?” Yo bajé la cara para mentir con valentía y al oído te dije: “No amor. Nos volveremos a ver: tú y yo vamos a seguir juntas” sin embargo, cuando te vi partir supe que jamás volveríamos a vernos.

Sabía que al principio yo sería tu país, tu postal. Que la ropa que te llevabas de mí no la soltarías, que la soledad de quien emigra te haría repetir mi nombre…. como uno repite los nombres de los héroes. Sabía también mi amor que me soñarías a diario, que nos dolería el pecho, que lloraríamos por teléfono, que nos enviaríamos fotos para engañar un poco la piel. Pero que luego, un día, cansada de coser esperanzas por skype y descoserlas en los cambios de horarios, tu corazón siempre ardido se calmaría. Y que mientras aprendías a cocinar o rumbo a tu trabajo nuevo, poco a poco mi nombre empezaría a secarse y el “nosotras” se quedaría para siempre dormido.

Ya que lo sabes, ya que no llamas, ya que has entendido lo que yo sabía cuando te abracé en el aeropuerto; te ruego me disculpes, pero no quería quitarte la ilusión. Quería más bien verla morir entre las dos, hasta que la ausencia y la resignación la desconectaran de esa vida vegetal que se volvió amarnos.

 Disculpa la agonía, pero no tuve el coraje de rendirme y mientras yo reunía poco a poco para el pasaje, tú gastabas la paciencia en el cultivo de una obligatoria soledad, así que yo me cansé de reunir dólar por dólar…. con unas medidas económicas que no entienden que dos personas que se aman se desesperan y que el tiempo y la distancia las desdibujan, las cambian, las hacen renunciar. Pero yo quería renunciar contigo como el último acto de amor, renunciar juntas “desamarnos” juntas, “desapegarnos” lento para sentir de a poco el dolor y despedir de a poco el amor. Después de todo no nos partimos, esta vez supimos como decir adiós, un adiós aéreo y no ahogado en heridas imperdonables.

Esta vez te despides amando tu cabello rizado y yo montada en el escenario. Esta vez ni me dejas ni te dejo, simplemente caminamos hacia sitios distintos. Entiéndeme, no podía decirte que para crecer tenías que dejar de amarme… y yo la verdad quería beberme hasta el último suspiro que pudieses ofrecer.

Ya que lo sabes, ya que no llamo, me despido así como siempre: entre mis manos y y mis mentiras.

 

 

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