Julio 2022, Madrid UN DÍA PARA DESCONECTAR El miércoles 20 de julio, por fin: Ana Alicia, Nathalia y yo pudimos, después de 4 años de conocernos en Madrid, viajar juntas. Entre el trabajo, el dinero y el tiempo, era imposible conjugar un viaje; pero ese miércoles atravesado y disponible logramos quedar. Q ueríamos celebrar, entre otras cosas, que las tres estamos haciendo aquello que nos gusta y que nuestros proyectos pensados de hace un año ya se han venido materializando y han dado pequeños pero maravillosos pasos de éxito. Era indispensable celebrar la fiesta que significa que tu día sea como tú has elegido que sea. Los Chorros del Cabriel eran la parada. Tanto Nathalia como Ana Alicia aman el senderismo, los bosques, la naturaleza en general; por mi parte prefiero las terrazas, los hoteles en las playas y me aterran los bichos. No me gusta aventurarme a sudar o escalar, no lo veo divertido, pero al ver las fotos de este paisaje con un río descaradamente hermoso acept
« Rompí el vidrio en caso de emergencia y salió no el extintor, sino la bandeja, y encontré el trabajo de mi no sueños» A simple vista un restaurante es un lugar para comer ; entras, te sientas y en la mesa te espera un matrimonio de cubiertos (cuchillo y tenedor), un portavaso y la carta que te la ofrece una camarera. A simple vista, el restaurante es un lugar donde festejar la comida y ejercer el verbo hablar; eso es así si la cámara apunta al comensal, pero si la cámara apunta a la camarera… encontraremos mucho más que un sitio para comer. Sí, tocó: soy camarera. Comencé a buscar trabajo en las telarañas de las redes de internet, en esos portales que te piden que te «suscribas» una y otra vez y luego te aparecen ofertas como diseñadas para ti y al darle a «postularte» te aparece la frase típica para que pagues por buscar trabajo: «Pásate a premium». Esa frase es un muro, un muro transparente que te hace ver según sus páginas todos los trabajos maravillosos que te pier
I Cuando llegaban las vacaciones y mi mamá nos decía que nos dejaría un mes en casa de “su tía, la de la playa” era como si nos dijera que nos dejarían un mes en Disneylandia; porque ir en mi infancia donde mi tía, era ir a La Guaira, jugar con nuestra prima Yuri. Mi prima era hiperactiva, dinámica… inventaba para mí, los mejores juegos. Tenía el cabello largo, los ojos saltones y la risa siempre urgente. Ir a donde mi tía era también comer mamones, pescado, caminar descalza por la lluvia, vivir en traje de baño, comer empanadas frente al mar; jugar era el verbo de todos los días. Mi tía era hermana de mi papá y, por lo que contaban los adultos, (esos rumores que recuerdas con la cabeza mirando hacia arriba), era la más querida por él y aunque mi tía y mi mamá no se querían mucho, mantenían el contacto protocolar por respeto y por nosotras. Mi tía era una mujer robusta, negra, alta, de una mirada que pocos la podían mantener. Hacía empanadas, cocía ropa y sarcasmos;
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